Wednesday, January 30, 2008

Ray Conniff, pasado y presente


Ricardo Camarena

(La Opinión, 1 de abril de 1998)

Delante del espectacular ventanal de un undécimo piso en Santa Monica, y coronado por la colina en la que se yergue el Centro Cultural Getty, un sonriente Ray Conniff comparte para el entrevistador y los lectores la génesis particular de otro gran acervo: el musical.

Es decir, el de los mundialmente conocidos arreglos con el “tratamiento Conniff” a infinidad de melodías exitosas, que han hecho mecerse suavemente con su canción, por décadas, a millones de parejas en el baile.

Este ‘tratamiento’, en su opinión, consiste esencialmente “en la sustitución de la brass section de las grandes orquestas, por una cantidad igual de coristas”.

“Al empezar a trabajar la versión de un tema, me siento al piano y empiezo a ‘jugar’ con la melodía, para que así surjan las ideas musicales”, comenta con la expresión de quien acaba de recordar una tonada familiar.

Para este trombonista de 82 años, originario de Attleboro, un pequeño poblado de Massachussets, los inicios de su carrera musical se remontan al gusto por las canciones que le inculcaron sus padres; su madre, como pianista. En la escuela secundaria aprendió a tocar música llamada ‘de sociedad’, y cuenta que de allí pasó a Boston para estudiar formalmente este arte.

Por recomendaciones de amigos, de que para aprender mejor se transladara a New York, se mudó a esta ciudad y allí, desde 1938, adquirió una enorme experiencia musical, durante la época de las grandes bandas, al participar en orquestas como la de Bing Crosby, así como en dos bandas de Artie Shaw, y la de Harry James.

“En 1956 tuve la oportunidad de trabajar como arreglista para la compañía Columbia Records, y entonces en ese momento pensé que quería usar el sonido de las grandes bandas, con seis saxofones y seis trombones. La manera original de lograrlo era combinando ‘metales’ y voces”, dice antes de tararear frases musicales de Begin the beguine y Stardust con suaves ademanes.

Estas dos fueron las primeras melodías en recibir el exitoso ‘tratamiento Conniff’; “los DJ’s consideraron que ese sonido era sencional, y programaban los temas todo el día”.

Las canciones referidas salieron al mercado en discos EP de 45 r.p.m.; “aunque infructuosamente a nivel de ventas”, explica Conniff, refiriendo como si hubiera sido ayer su ardua labor para que su música se colocara en un nivel comercial.

“Un ejecutivo de ventas dijo: ‘Ray Conniff no es un artista de discos sencillos, sino de un álbum de 12 temas. Así que escogí 10 canciones más que en ese tiempo eran éxitos’, y armé el álbum It’s wonderful, que se convirtió en un éxito radial y cuyo tema era usado como música de fondo de programas televisivos”.

Aunque tampoco el álbum se vendió inicialmente; “quizá unas dos mil copias en seis meses. Sin embargo, la revista Billboard designó It’s wonderful como el álbum más tocado por los programadores radiales”, dice Conniff.

Pero llegó, meses después de altibajos en popularidad, “el momento curioso en que pareciera que a toda la gente se le dijo: ‘Bueno, llegó la hora de comprar el álbum de Conniff’. Y de allí se dio a conocer a todo el mundo mi sonido y mis arreglos. De allí siguieron los álbumes It’s wonderful, It’s marvelous, Soulful nights, It’s Paradise.

Así, imitando con entusiasmo los sonidos de los arreglos de su famoso grupo coral, Conniff explica la eficacia de la imitación de las voces, del sonido de la brass section: “Ta,ra,ra rá, ta-rá-ra,rararaaa,rá...”.

En seguida, la nostalgia y la melodía de Bésame mucho de la compositora mexicana Consuelo Velázquez –por cierto recreada en sus múltiples versiones, incluida la de Conniff, en la cinta Great Expectations– inundan la sala de conferencias de la disquera Polygram, que recientemente firmó al famoso arreglista.

“En el caso de esta canción, tuve la idea de que empezara sólo con la guitarra rítmica -punch, shee-shee, punch- y de allí arrancaron los coros que ahora todo mundo conoce”, exclama Conniff sin dejar de bisbisear el ritmo.

Esto, en el pasado memorable.

Ahora, la más reciente producción discográfica de Conniff, la número 100 de su prolífica carrera, es I Love Movies, que recopila temas exitosos de cintas de todos los géneros y de todos los tiempos, desde la animación hasta la ciencia ficción: Somewhere my Love, tema de la cinta Doctor Zhivago; Don’t cry for me, Argentina, del filme Evita; Colors of the Wind, de Pocahontas, además de Charriots of fire, Unchained Melody (del filme Ghost), La Bamba y Star Wars, entre otras.

“Estando de gira en Brasil, en 1996, Marcos Maynard, que se había cambiado de compañía disquera y ahora es presidente de Polygram Latino, pasó a saludarme al final del concierto y me invitó a grabar un álbum de temas de películas bajo su sello, diciéndome: ‘Cuando tú haces canciones, es como si se convirtieran en ‘tus’ canciones, porque lo haces de una manera nueva. Esos temas del cine hazlos tuyos, a tu estilo’”.

Conniff cuenta que recibió entonces de Maynard una cinta con 30 temas de películas, para seleccionar una docena y trabajarlas. “Las oí una, y otra, y otra vez, hasta que puse todo mi empeño en hacer nuevos arreglos a las 12 piezas seleccionadas”.

“Aunque en verdad, me inclino por mi sonido clásico; de allí que la pieza de este álbum que más se aproxima a él es Dream a Little Dream of Me, del filme French Kiss”, confiesa.

Acerca del bonus track de este álbum, que es la versión de Conniff a la melodía My Heart Will Go On, que interpreta Celine Dion en la galardonada cinta Titanic, el arreglista explica que “la pieza original se interpreta casi al final del filme, por lo que, para mi propia versión, la canción me llevó a buscar imágenes que no están contenidas en las de la película, sino en la propia melodía”.

Tarareando siempre, Conniff sonríe y aclara que “no me gusta predecir actividades sobre giras o nuevos discos. Prefiero asegurar que estas vacaciones me iré con mi esposa Vera en mi trailer home a recorrer el país. Y, por supuesto, visitar de paso mi población natal”, agrega con énfasis y una gran sonrisa, mientras el pesado tráfico de la carretera 405 serpentea a su espalda, rumbo al norte californiano.

Monday, January 21, 2008

Ricardo Arjona, a su manera


Ricardo Camarena

(La Opinión, 3 de mayo de 1999)

Ricardo Arjona es conocido en el ámbito de la composición musical como un ‘ladrón de historias’ que han sido popularizadas internacionalmente en sus canciones.

Nació en Antigua, Guatemala el 19 de enero de 1964; vive en México y deambuló un tiempo como trovador callejero en Buenos Aires. Ahora sus discos se venden por cientos de miles, y cuenta con páginas no oficiales en la Internet.

Su discografía comprende los discos Animal nocturno (1993); Historias, 20 éxitos, oro romántico (1995), Si el Norte fuera el Sur (1996), Sin daños a terceros (1998) y ahora el disco compilatorio Éxitos a mi manera (1999).

Sus canciones, intimistas y a ratos polémicas, lo han hecho descartar de ellas el presunto sentido “político” y declarar en algún momento que "la política gira en torno a la mentira. Y ello, a pesar que soy un embustero...".

Casado con la puertorriqueña Leslie Torres, hermana del cantante Michelangelo, Arjona es padre de dos niños, Ricardo y Adriana.

En entrevista telefónica desde la Ciudad de México, el cantautor guatemalteco de 35 años habla sobre su estilo de composición, sus preocupaciones sobre la creatividad musical, y sobre la presentación de hoy por la noche en el Anfiteatro Universal.

P: Como “ladrón de historias” has formado una galería de personajes, pero ¿no se han robado los medios, con tantas entrevistas, preguntas y respuestas, la historia personal de Ricardo Arjona?

R: “Yo creo que parte de la vitalidad de una persona es guardar algo especial de esa historia personal. Soy un ferviente admirador de los secretos. Creo que mantenerlos es una válvula de vida, es una reserva a la que hay que tener siempre cómo recurrir para no caer al hastío. Soy una persona con una facilidad grande para deshacerme y para aburrirme muy pronto de las cosas. He de recurrir a eso porque el chiste está en guardarse ciertas cosas.

Desde que empezó mi carrera he hablado muchísimo de mí, y sé que es necesario para cuando los periodistas te abordan, porque desean compartir con el público parte de lo que eres. Eso lo tengo bastante claro; estoy consciente de ello. La idea es contar las cosas que he vivido, algunas en entrevistas y algunas en las canciones, pero de alguna u otra forma, saber guardarme algunas de ellas para seguir sintiendome vivo.

P: Dentro de esas historias contadas en tus canciones hay una presencia innegable de la vida de Arjona en México, como etapa formativa, aunque los temas son universales. ¿Proseguirías en esa línea?

R: Depende muchas veces de cuando uno empieza a salirse del entorno. Regularmente se empieza haciendo el trabajo que no le gusta a uno; es la historia de los discos y las canciones la que se entremezcla con el oficio de contarlas. A estas alturas de la vida, en donde toda persona debe tener por consecuencia problemas con el tráfico, o para comprar un libro, o para hallar una canción que lo conforte, es que tomaré esos elementos vitales. Soy bastante respetuoso de la vida de la gente, y mucho más respetuoso todavía de su sentir. Yo no podría compartir una canción que no fuera vivencial.

P: ¿Dentro del remolino de actividades artísticas hay un tiempo en Arjona para apercibirse de la música de otros cantores, de otros géneros, de hacerles un determinado seguimiento?

R: Claro que sí. Yo soy un consumidor declarado de música, desde los corridos norteños hasta el jazz, siempre que sean, para mí, buenos. Yo creo que ese gusto se convierte en una valiosa almalgama de recursos; se meten todos en una licuadora y pueden surgen así diversas canciones.

P: ¿Hay un tema no abordado en tus canciones aún?

R: Espero que haya muchos. Si no, puede pasar que todo acabe en aburrimiento. Sé perfectamente que mucho del trabajo ha servido para hablar y cantar de casi todo, aunque siempre hay temas por tratar, afortunadamente.

P: ¿Alguna circunstancia o conflicto histórico actuales te inspiran a componer?

R: Estoy pendiente de todo; no soy un tipo que tenga un objetivo claro, si es lo que quieres decir. Más bien me dejo llevar; a veces hay canciones que hablan de lo social; hay otras que hablan del amor; otras como ‘Jesús, verbo, no sustantivo’, otras son de ‘ella y él’; hay un poco de todo. Conforme van llegando van siendo escritas. Y es lo mismo que hable sobre algún conflicto social, que sobre lo cotidiano.

P: ¿Consideras que han perdido vigencia algunas de esas canciones por la circunstancia histórica que refirieron o las sigues considerando propicias para tu repertorio actual?

R: Mira: yo sigo cantando todas esas canciones. Normalmente, de las del disco ‘Animal nocturno’ para acá. Siempre hay algunas que van quedando en el camino, sean buenas o malas. Yo tengo bastante claro el concepto de que hay que prescindir de algunas de ellas. Antes me inquietaba; ahora me alegra porque sé perfectamente que las hice por algún motivo. Aunque me da un poco de miedo la improvisación, la caducidad de las cosas.

P: Manejas una diversidad de ritmos, pero ¿cuál es el predilecto para componer?

R: Los ritmos –como productor de los discos– creo que son como el vestuario para la gente; por lo que no podría colocarme un traje de etiqueta para ir a ver un partido de beisbol, así como tampoco podría ponerme un pantalón corto para asistir a alguna reunión de gala por la noche. En la composición sucede igual: el ritmo es a la canción como el vestuario. Se acomoda justamente de acuerdo a lo que está sucediendo. Es una labor complicada, porque interactúan el ánimo, la condición física al momento de componer, y otras cosas.

P: Después de más de un millón de discos vendidos ¿te queda aún ese espacio para experimentar, como si se tratara de la primera grabación?

R: Yo pienso que hoy más que nunca. Lo necesito para no volverme loco a fuerza de la repetición. Es precisamente ahora cuando tengo más libertad para experimentar.

P: Acerca de tu presentación en California este viernes ¿tienes alguna expectativa?

R: Yo me la pasé muy bien la vez pasada en que dimos el concierto (en el Anfiteatro Universal). Ahora llevamos un espectáculo distinto, que conjuga teatro, música y canciones nuevas. Es un espectáculo que ha resultado exitoso desde que lo iniciamos en agosto del año pasado. Arrancamos prácticamente desde la punta del continente; es decir, desde Argentina, pasando por Colombia, Venezuela, Paraguay, Uruguay, Chile, Centroamérica, México, y ahora Estados Unidos. Creemos que a la gente le ha gustado también esta gira que finaliza en junio; creo que será en España. Espero que en Los Angeles sea del mismo modo.

Thursday, January 17, 2008

Paso a pasito, Angélica María




Ricardo Camarena

(La Opinión, 28 de octubre de 1997)

Cotidiana imagen en los hogares de Latinoamérica como el pan a la mesa, pero especial por su larga trayectoria en todos los ámbitos del espectáculo, la artista mexicana Angélica María no pierde la sonrisa al llegar a la redacción de este diario, para comentar aspectos de su reconocida trayectoria y su nuevo CD, que compila exitosos temas, interpretados por ella, de sus telenovelas.

Elegante en su blazer color lila y pantalones negros, Angélica María arrostra la enésima entrevista de su carrera artística. Sin embargo, sagaz, memoriza inmediatamente los nombres de los circunstantes e incluso los de acompañantes espontáneos. Sabe pisar el terreno.

Elocuente, la artista refiere sus inicios. Sus recuerdos son tantos que se esmera en ellos tanto como en los autógrafos que da al personal de este diario.

En el trajín, informa que “su niña y orgullo”, la también actriz Angélica Vale, se halla disfrutando a esa misma hora de las atracciones en Magic Mountain. El detalle sería intrascendente, a no ser del constante agradecimiento que a su vez Angélica María hace de su progenitora, Angélica Ortiz.

“Ha habido versiones horribles de que mi mami me explotaba de niña y de que era su títere, y otros infundios. La verdad es que todo lo que soy se lo debo a ella, a su tenacidad para negociar mis contratos y compromisos profesionales que yo, como chamaca que era, hubiera rehuido de inmediato”, aclaró.

“Es falso que mi madre me haya metido al cine. Yo trabajé en ese medio cinco años antes que ella. Realmente yo la metí al cine”.

Reiterativa en proclamarse más actriz que cantante –“dénme cualquier papel y se los saco”, dice ufana– la también cantante de la época dorada del rock and roll hizo una rápida semblanza de su extensa carrera.

Acerca de los planes de su actividad artística, Angélica María comentó: “Voy a hacer un show para enero o febrero que se llamará Gracias; no sé, porque también tengo una telenovela por grabar a principios de año. Pienso hacer el show los fines de semana durante seis meses del año que viene, y quiero traerlo a todo Estados Unidos, Centro y Sudamérica, y a todos los lugares donde me conocen, para agradecer al público tantos años de apapacho y de mimo”.

“Lo difícil de hacer este show va a ser poner la totalidad de mi carrera máximo en hora y media o dos, que es lo que aguanta el público sentado. Más, sería horrendo”, reconoce con el sentido común que le otorga la experiencia.

Su imagen, vigente desde hace décadas en la farándula mexicana e internacional, la considera “un don, un premio de Dios”. “Son 47 años de carrera nada más”, dice con falsa modestia.

Refiere una anécdota del origen de esta carrera que, salvadas las distancias, la empata de algún modo con la infancia de otra mujer con un firme empeño: Sor Juana Inés de la Cruz.

“Comienzo en esto porque a muy corta edad estaba en una fiesta con unos amiguitos, y de pronto un señor le dice a mi tía Yolanda que ‘qué lástima que no era yo hombre’, porque necesitaba un pequeño actor de mi edad. Entonces digo: ‘que me corten el pelo, que me pongan pantaloncitos, lo que sea, pero yo quiero trabajar de artista’”.

Angélica María recuerda que en aquel entonces se disfrazaba, “y adaptaba los cuentos de Walt Disney para representarlos. Cuando uno nace artista no hay forma de pararlo, a menos que la familia no lo deje”, reflexiona.

“Deveras estoy agradecida por haber tenido una madre que me dejó ser lo que quise ser, y una familia que igualmente lo hizo: mis tíos”.

“Y así, como jugando, empiezo a crecer físicamente y en mi carrera. A los 10 años hago teatro, “La mala semilla”; muy fuerte, espléndida obra. A los 17 años me da por grabar mi primer disco y es un éxito: Edi, Edi, del maestro Armando Manzanero. Y es definitivo, porque de allí siguen años de una carrera musical que aún no acaba”.

“Como a los veintitantos años inicio en las telenovelas. Con Televisa abro los mercados para el género en otros países y ciudades, que eran dificilísimos”, dice orgullosa.

“Y prosigo mi carrera, trabajando muchísimo; invento la balada ranchera, el cambiarse en el escenario. Así lo soñé de chiquita y así se dio. Por eso es que quiero hacer este show, Gracias, que agrupa fragmentos de lo mejor de mis otros shows, para cantar todas las canciones que me hicieron popular”.

“Aunque en esta carrera se llora y se sufre mucho, se da una muchas caídas, tengo sin embargo un cariño del public, como de familia. Seguido me dicen: ‘Oye, Angélica, ¿cómo consigo el tema de tu telenovela Ana del Aire, o el de Muchacha italiana viene a casarse? Esto me motivó a grabar estos y otros temas de telenovelas, como Bendita mentira, que fue primer lugar en Univisión, por ejemplo”.

“Este disco lo hice con mi socio Alejandro Jaén, que me ayudó en los arreglos, lo más cercano a los temas originales. Lo grabé en mi propia compañía, chiquitita. Es como todo lo que hago, es de agradecimiento, porque el público me ha dado más de lo que he hecho. No la ‘gran’ película, o la ‘gran’ obra de teatro, pero sí shows fabulosos”, explica y testifica a la vez.

“Rec uerdo que acá a Los Angeles traje un show al Million Dollar, al que asistió gente muy humilde y fue emotivo, pero en verdad nunca tuve “el” gran momento o “la” gran obra. Pero de allí hubiera sido bueno seguir en los Estados Unidos mi carrera de actriz. Pero lástima, porque a mí, con mi tipo de norteamericana, nunca me hicieron caso los gringos. Yo sé que si me hubieran puesto cualquier papel, lo saco; iba a ser un reto padrísimo”.

Y ejemplificó: “De actriz me fajo con cualquier comedia, drama, clásico. Eso ha sido mi vida siempre, la actuación. Pero de cantante, si me hubieras puesto a competir frente a María Callas, entonces sí nomás no”, reconoció.

Inquieta como su memorable personaje de la monjita hippie’ en la cinta de José Agustín Cinco de chocolate y uno de fresa, Angélica María provoca el entusiasmo por donde se va. En una madurez espléndida, de maquillaje esencial para una Señora Actriz, se rodea de solicitantes de autógrafos.

Los brinda como la sonrisa, promete y cumple enviar más tarde las agotadas fotos con autógrafo personalizado. “¿Cómo negarme a mi gente, si es por ellos que pude ser Angélica María y no otra persona?” dice sonriendo, mientras trata de garabatear en todo tipo de papeles.

El representante ojea estratégicamente su muñeca y la hora de irse de este diario a la sesión de fotos es inexorable. Y la hora indica además que habrá que resignarse a proseguir los recuerdos generacionales que produjo y produce la presencia de Angélica María en casa, ante el televisor, cuya programación seguramente esta semana proyectará alguna de sus películas de juventud.

Tuesday, January 15, 2008

Gael García Bernal una tarde de Hollywood

Ricardo Camarena

(La Opinión, 29 de enero de 2001)

Una reciente tarde de enero, el actor mexicano Gael García Bernal salió del cuarto de su hotel en La Ciénega y en el pasillo sonrió levemente a su agitada publirrelacionista, celular en mano.

Los representantes de algunos medios en compás de espera ni por enterados se dieron que ese desaliñado y menudo joven de melena britpop, que fue por agua a la mesa de servicio en la estancia, era nada menos que su entrevistado. Y “Octavio”, el personaje principal de una de las tres historias entrelazadas que forman la cinta Amores perros.

Por cierto, durante la espera, la ventana de ese recinto de hotel en el sexto piso ofrecía a la vista del exterior el cartel publicitario con una hermosa modelo: casi como analogía impensada con la segunda historia de la cinta, en la que un gran cartel con la modelo que encarna la actriz española Goya Toledo fulguraba ante la ventana del departamento que ella compartía con su amante.

Rato después, ya en su cuarto, Gael recibió al reportero con sonrisa tenue y voz tenues, y con una timidez asombrosa y contrastante con la de su personaje en la película, que es de una gran intensidad y temple.

Poco o nada que ver con el actor niño y adolescente de telenovelas como El abuelo y yo, a los 11 años, y Teresa, años después.

Ahora, a los 23 años de edad, García disfruta el reconocimiento de la crítica y de sus colegas. Acerca de su personaje dijo:

“Se construye por sí solo; está bien escrito. Para uno como actor nada más es cosa de meter ‘gol’. Porque mientras te ‘sucede’ el personaje, ensayas y ensayas y tratas de encontrar esta figura, para así poder adoptar este personaje que va a ser creado por ti”.

Los elementos que lo alimentan no pasaron desapercibidos para el actor, confesó:

“Me impresionó mucho verme en medio de una pelea de perros, porque se creó para todos los que allí participamos una atmósfera que bien refleja el mundo en que vivimos”.

Le fue preguntado cuáles fibras de su persona habían sido movidas por el personaje o por las acciones en la cinta, y dijo: “El hecho de que hay también un momento dentro de la trama en que el personaje se hace real. Hasta entonces hay un 50% de lo que es y otro 50% de lo que tú lo haces vivir”.

Acerca del posible shock del éxito que pudiera haber sufrido Gael tras las premiaciones y los reconocimientos de la crítica cinematográfica al primer largometraje en el que participó, dijo que no lo han afectado, y a cambio abogó por el tipo de cine de Amores perros: “Es maravilloso que ésta sea la primera película que ‘jala’, que hacemos, que haya sido de semejante magnitud su impacto cultural y comercial. Se me hace maravilloso que una película buena venda. Me da mucho orgullo el haber participado en esta película y también el ser partícipe de esta renovación, quizá el principio, de muchas cosas que en cine aún tenemos que contar”.

Actor de teatro, dijo finalmente que en El Abuelo y yo “me divertí como enano, pero sabía que era lo último que iba a hacer”.