Friday, December 19, 2008

¡Qué manera, Albita!



RICARDO CAMARENA
La Opinión, 24 de abril de 1998

La cantante cubana Albita le puso sabor a la noche en la primera de sus tres presentaciones en el club Conga Room

A Luis Manuel González (RIP 1998)

Noche tibia en Los Ángeles. Los patrulleros levantan las últimas infracciones del día hábil sobre la Wilshire Boulevard. Pero un segundo piso en el 5364 del boulevard empieza a hervir a ritmo de salsa. Y para las 10 de la noche, la espera empieza a inflamar algunos elegantes tobillos mientras otros se deslizan al son de la rumba.
Por fin, después de que los más entusiastas bailadores agotaron sus mejores pasos bajo la música grabada y la gente de los salones contiguos al principal cenó e hizo sobremesa, el salón principal, lleno a placer, recibe en ovación a esa rubia menuda vestida de negro con sombrero isleño, escoltada democráticamente por ocho excelentes músicos de ambos sexos: tres damas, cinco caballeros.
Sin preámbulos, Albita explica cantando el motivo de plantarse frente a cientos de parroquianos: “Traigo un corazón rumbero”. Nunca las maracas y el cencerro tallan con tanta energía los oídos de la gran mayoría de cubanos que colma el salón, aunque el placer del ritmo es general.
“Estamos estrenando cositas nuevas para Los Ángeles”, dice con un acento al que sólo hay que ponerle güiro para hacer una guaracha. Y canta una pieza “de los años 30, 40” de Su Eminencia Miguel Matamoros, ante la algazara general.
En seguida, Albita se apersona un bella guitarra valenciana y Melón colorao hace hervir las médulas óseas, lo que provoca un contoneo sabrosón entre la concurrencia, incluidos los encargados de seguridad con cara de piedra. La duela del salón cruje sin que a nadie le duela.
Albita se desplaza por el pequeño y justo foro; se detiene en un rostro con mirada de águila y somete al fulano observado; tras el escrutinio bromea con él, con todos, y con sus ocho músicos prende la mecha para explotar todas las posibilidades onomatopéyicas del fraseo global: “I Love Los Angeles, Chúmbara, Cachímbara, tírala por el balcón”, y abajo la multitud, tribal y extásica, repite como puede el pegajoso estribillo lleno de cadencia.
Evoca sus cinco años de haber venido a tierra estadounidense, “el día del income tax”; pone a corear a la concurrencia Que viva Changó, y expone con voz de trueno las razones:
“¿Qué culpa tengo yo, de que mi sangre suba? ¿Qué culpa tengo yo de haber nacido en Cuba?”
Albita parlotea con los de primera fila, da tres versiones en rap de El manicero, del Cochero, y para refrendar la cacofonía se pone el sombrero. Y canta y hace cantar a todos !Qué manera de quererte, qué manera!
Un Chévere trenza las voluntades y otro estribillo coreografiado más, “!a nadar, a nadar, a remar, a remar y a gozar!”, consagra todas las posibilidades del doble sentido y la picardía.
Un final apoteósico de rumba con solos de tumbadora, piano, trombón, Albita y el baterista bailando en el foro y la gente gozando abajo -sí, con albur- acaban por incendiar la medianoche de trópico en el corazón de Mid City, Los Ángeles.

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