Thursday, January 17, 2008

Paso a pasito, Angélica María




Ricardo Camarena

(La Opinión, 28 de octubre de 1997)

Cotidiana imagen en los hogares de Latinoamérica como el pan a la mesa, pero especial por su larga trayectoria en todos los ámbitos del espectáculo, la artista mexicana Angélica María no pierde la sonrisa al llegar a la redacción de este diario, para comentar aspectos de su reconocida trayectoria y su nuevo CD, que compila exitosos temas, interpretados por ella, de sus telenovelas.

Elegante en su blazer color lila y pantalones negros, Angélica María arrostra la enésima entrevista de su carrera artística. Sin embargo, sagaz, memoriza inmediatamente los nombres de los circunstantes e incluso los de acompañantes espontáneos. Sabe pisar el terreno.

Elocuente, la artista refiere sus inicios. Sus recuerdos son tantos que se esmera en ellos tanto como en los autógrafos que da al personal de este diario.

En el trajín, informa que “su niña y orgullo”, la también actriz Angélica Vale, se halla disfrutando a esa misma hora de las atracciones en Magic Mountain. El detalle sería intrascendente, a no ser del constante agradecimiento que a su vez Angélica María hace de su progenitora, Angélica Ortiz.

“Ha habido versiones horribles de que mi mami me explotaba de niña y de que era su títere, y otros infundios. La verdad es que todo lo que soy se lo debo a ella, a su tenacidad para negociar mis contratos y compromisos profesionales que yo, como chamaca que era, hubiera rehuido de inmediato”, aclaró.

“Es falso que mi madre me haya metido al cine. Yo trabajé en ese medio cinco años antes que ella. Realmente yo la metí al cine”.

Reiterativa en proclamarse más actriz que cantante –“dénme cualquier papel y se los saco”, dice ufana– la también cantante de la época dorada del rock and roll hizo una rápida semblanza de su extensa carrera.

Acerca de los planes de su actividad artística, Angélica María comentó: “Voy a hacer un show para enero o febrero que se llamará Gracias; no sé, porque también tengo una telenovela por grabar a principios de año. Pienso hacer el show los fines de semana durante seis meses del año que viene, y quiero traerlo a todo Estados Unidos, Centro y Sudamérica, y a todos los lugares donde me conocen, para agradecer al público tantos años de apapacho y de mimo”.

“Lo difícil de hacer este show va a ser poner la totalidad de mi carrera máximo en hora y media o dos, que es lo que aguanta el público sentado. Más, sería horrendo”, reconoce con el sentido común que le otorga la experiencia.

Su imagen, vigente desde hace décadas en la farándula mexicana e internacional, la considera “un don, un premio de Dios”. “Son 47 años de carrera nada más”, dice con falsa modestia.

Refiere una anécdota del origen de esta carrera que, salvadas las distancias, la empata de algún modo con la infancia de otra mujer con un firme empeño: Sor Juana Inés de la Cruz.

“Comienzo en esto porque a muy corta edad estaba en una fiesta con unos amiguitos, y de pronto un señor le dice a mi tía Yolanda que ‘qué lástima que no era yo hombre’, porque necesitaba un pequeño actor de mi edad. Entonces digo: ‘que me corten el pelo, que me pongan pantaloncitos, lo que sea, pero yo quiero trabajar de artista’”.

Angélica María recuerda que en aquel entonces se disfrazaba, “y adaptaba los cuentos de Walt Disney para representarlos. Cuando uno nace artista no hay forma de pararlo, a menos que la familia no lo deje”, reflexiona.

“Deveras estoy agradecida por haber tenido una madre que me dejó ser lo que quise ser, y una familia que igualmente lo hizo: mis tíos”.

“Y así, como jugando, empiezo a crecer físicamente y en mi carrera. A los 10 años hago teatro, “La mala semilla”; muy fuerte, espléndida obra. A los 17 años me da por grabar mi primer disco y es un éxito: Edi, Edi, del maestro Armando Manzanero. Y es definitivo, porque de allí siguen años de una carrera musical que aún no acaba”.

“Como a los veintitantos años inicio en las telenovelas. Con Televisa abro los mercados para el género en otros países y ciudades, que eran dificilísimos”, dice orgullosa.

“Y prosigo mi carrera, trabajando muchísimo; invento la balada ranchera, el cambiarse en el escenario. Así lo soñé de chiquita y así se dio. Por eso es que quiero hacer este show, Gracias, que agrupa fragmentos de lo mejor de mis otros shows, para cantar todas las canciones que me hicieron popular”.

“Aunque en esta carrera se llora y se sufre mucho, se da una muchas caídas, tengo sin embargo un cariño del public, como de familia. Seguido me dicen: ‘Oye, Angélica, ¿cómo consigo el tema de tu telenovela Ana del Aire, o el de Muchacha italiana viene a casarse? Esto me motivó a grabar estos y otros temas de telenovelas, como Bendita mentira, que fue primer lugar en Univisión, por ejemplo”.

“Este disco lo hice con mi socio Alejandro Jaén, que me ayudó en los arreglos, lo más cercano a los temas originales. Lo grabé en mi propia compañía, chiquitita. Es como todo lo que hago, es de agradecimiento, porque el público me ha dado más de lo que he hecho. No la ‘gran’ película, o la ‘gran’ obra de teatro, pero sí shows fabulosos”, explica y testifica a la vez.

“Rec uerdo que acá a Los Angeles traje un show al Million Dollar, al que asistió gente muy humilde y fue emotivo, pero en verdad nunca tuve “el” gran momento o “la” gran obra. Pero de allí hubiera sido bueno seguir en los Estados Unidos mi carrera de actriz. Pero lástima, porque a mí, con mi tipo de norteamericana, nunca me hicieron caso los gringos. Yo sé que si me hubieran puesto cualquier papel, lo saco; iba a ser un reto padrísimo”.

Y ejemplificó: “De actriz me fajo con cualquier comedia, drama, clásico. Eso ha sido mi vida siempre, la actuación. Pero de cantante, si me hubieras puesto a competir frente a María Callas, entonces sí nomás no”, reconoció.

Inquieta como su memorable personaje de la monjita hippie’ en la cinta de José Agustín Cinco de chocolate y uno de fresa, Angélica María provoca el entusiasmo por donde se va. En una madurez espléndida, de maquillaje esencial para una Señora Actriz, se rodea de solicitantes de autógrafos.

Los brinda como la sonrisa, promete y cumple enviar más tarde las agotadas fotos con autógrafo personalizado. “¿Cómo negarme a mi gente, si es por ellos que pude ser Angélica María y no otra persona?” dice sonriendo, mientras trata de garabatear en todo tipo de papeles.

El representante ojea estratégicamente su muñeca y la hora de irse de este diario a la sesión de fotos es inexorable. Y la hora indica además que habrá que resignarse a proseguir los recuerdos generacionales que produjo y produce la presencia de Angélica María en casa, ante el televisor, cuya programación seguramente esta semana proyectará alguna de sus películas de juventud.

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